Una realidad pequeñita

Niña vende sus pinturas para ayudar a un compañerito

 
 
Video cortesía de la familia

Por: Betty Cárdenas / Junio 29 de 2021

No estaba muy segura de cómo empezar a escribir esta nota. 

Tengo mucho trabajo pendiente, cosas que quiero hacer y que requieren de mi atención plena. Esto es disculpa. Cuando uno quiere sacar tiempo para algo, simplemente lo hace.

Pienso que mis dudas se deben a que las realidades de este país son tan abrumadoras que una nota, que habla de una realidad pequeñita podría resultar irrelevante. Pero, precisamente, eso también me dió el impulso necesario para escribirla. Hay muchas realidades pequeñitas que son relevantes, que cambian nuestra percepción del mundo y que embellecen la vida de muchos.


María Antonia, es una chiquita de apenas siete años. 

A su corta edad, ha recibido clases de música y ballet y practica deportes. 

Alegre e inteligente, esta niña inició sus clases de pintura hace aproximadamente cuatro años en la escuela de arte de la Corporación Alas de mariposa en donde me desempeño, entre otros oficios; como profesora. 

Cuando llegó al taller, recuerdo que no se quería separar de su mamá. Estaba temerosa y miraba todo con recelo. Hubo momentos en los que no quería pintar y hacía algún tipo de pataleta, pero de a poco se fue integrando al grupo y el taller le resultó tan familiar que hasta guiaba con generosidad a los compañeritos cuando no entendían algo o cuando por timidez, no se atrevían a pintar. Con gesto serio tomaba el pincel para explicar cómo mezclar algún color o hacer un trazo. 

Es segura e independiente sin que ello no le impida ser amable y solidaria. 

La pandemia no ha minado para nada su carácter alegre y soñador. Las clases virtuales, que para muchos, sobretodo los adultos han representado todo un reto, para ella son lo más normal del mundo. Es un espacio que espera toda la semana con impaciencia. Se conecta temprano, con los materiales listos y el caballete bien cuadrado para que yo pueda ver lo que pinta. Acepta las correcciones y se ríe a carcajadas ante sus mismas ocurrencias y los chistes de sus compañeritos y comenta las obras de los demás, con sinceridad y delicadeza. 

Pero lo que me ha llamado la atención este año, ha sido su carácter emprendedor. Hace unos meses me dijo: 

— Profe, quiero poner un negocio.

— Qué bueno mi amor, cuéntame.

— ¡Voy a vender mis pinturas!

— ¡Qué maravilla! ¿y cómo piensas hacerlo?

— Pues voy a poner un aviso en la portería, para que todos sepan que soy artista y compren mis obras. 

Cartel promocional de las pinturas. Foto cortesía de la familia

Cartel promocional de las pinturas. Foto cortesía de la familia

Obviamente la aplaudí con el corazón hecho una melcocha. Ver esos ojitos, brillantes de una esperanza que la virtualidad no puede opacar, me estrujó el alma y me llenó de ternura. Esta chiquita, tiene confianza en la vida. Confía en sí misma y sus padres; amorosos, presentes, respetuosos, le han dado la fuerza con la que todo ser humano debiera empezar a transitar este mundo. 

Bueno, para ir concluyendo esta nota, les cuento que este fin de semana, María Antonia llevó sus obras, al entrenamiento deportivo y las puso en venta. En plena cancha. Recogió una buena cantidad de dinero, pero no se quedó con ella. No corrió a empacharse de dulces o helado. No la destinó para comprar un juguete o alguna prenda de vestir. En cuanto tuvo la plata en la mano, se la entregó al papá de uno de sus compañeritos que está necesitando un audífono. Era su contribución al bienestar del niño. 

Yo no sé ustedes, pero me siento supremamente orgullosa y esperanzada. 

Ojalá, esa fuerza, ese temple, esa generosidad e inteligencia le sigan acompañando toda su vida. 

Con niños así, que tienen tanta iniciativa y que encuentran una sana manera de ayudar, el mundo podría ser un lugar mejor. 

Fotos cortesía de la Familia:

Betty Cárdenas 29 de junio de 2021
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